El Comité de Garantía prohíbe la huelga feminista del 9 de marzo en Italia. Los días 8 y 9 de marzo nos quitan el instrumento de la huelga pero, a pesar de la imposibilidad de abstenernos del trabajo asalariado, no renunciaremos a ocupar las calles y plazas en todas las formas posibles, en comunicación transnacional con todas las luchas feministas, con toda la imaginación y multiplicación de prácticas y lenguajes de que somos capaces.
Mientras la marea de la huelga feminista y transfeminista se levanta en todo el mundo, en Italia nos acercamos a los días 8 y 9 de marzo en una situación extraordinaria y sin precedentes.
El viernes 28 de febrero, debido a la emergencia sanitaria ligada a la propagación del Coronavirus, la Comisión de Garantía prohibió la huelga general del 9 de marzo convocada por los sindicatos de base por recomendación de Non Una di Meno. Una prohibición formal, que se añade a las gravísimas consecuencias materiales que las ordenanzas regionales tienen en la vida de las mujeres y de les trabajadores que iban a hacer huelga el 9 de marzo.
En este contexto, queremos destacar una incoherencia sustancial en las medidas adoptadas para limitar la propagación del contagio: mientras que algunas autoridades piden que se vuelva al curso “normal” de los negocios para proteger la economía, el costo de la crisis sanitaria recae en gran medida en las mujeres y en les trabajadores.
En este sentido, la emergencia está haciendo que la “normalidad” de las condiciones sociales y económicas contra las que luchamos cada día se haga más evidente.
En las regiones donde las ordenanzas han impuesto el cierre de las escuelas, miles de trabajadoras han perdido sus salarios o han recibido salarios reducidos. Algunas porque son profesoras precarias, muchas porque tienen que quedarse en casa con los niñxs, o con lxs ancianxs o enfermxs más expuestxs a los efectos del virus.
Durante semanas, las trabajadoras de la salud y las enfermeras han estado trabajando sin parar en condiciones de igualdad de salario. Las trabajadoras domésticas y de cuidados, especialmente las migrantes, asumen una parte importante del riesgo para la salud a cambio de salarios de miseria, mientras que las trabajadoras del servicio de limpieza trabajan en turnos agotadores para garantizar la higiene en los entornos públicos y privados. Y, entre ellas, las migrantes sufren aún más el chantaje del permiso de residencia vinculado al trabajo. Al mismo tiempo que se cierran las escuelas, el teletrabajo y el smartworking se ha presentado de vez en cuando como una solución obligatoria o recomendada y, en cualquier caso, siempre la mejor. Todavía no se ha prestado ninguna atención a las condiciones materiales de las trabajadoras. Trabajadoras precarias, con contratos de colaboración, trabajadoras autónomas, con números de IVA: ¿cómo podrían quedarse en casa? ¿Y quién no tiene un hogar? ¿Quién tiene una casa que no es un lugar de trabajo adecuado?
Además, la gestión de emergencia del riesgo de contagio ha puesto de manifiesto, sobre todo, las consecuencias que en los últimos años se han producido por el desmantelamiento del sistema de bienestar y por la desinversión de la salud pública a favor de la salud privada: los trabajos que garantizan la reproducción social son indispensables, pero siguen sin ser reconocidos mientras se intensifica su explotación.
Por esta razón, desde que se implementaron las ordenanzas, mucho antes de que se prohibiera la huelga del 9 de marzo, nos hemos preguntado cómo replantear sus formas, sabiendo que la abstención del trabajo habría sido un sacrificio demasiado grande para todas estas mujeres y que la interrupción de las actividades reproductivas podría ser imposible para quienes se ven obligadas a gestionar el riesgo de contagio con su trabajo de cuidado, en ausencia de cualquier apoyo público.
Durante esta emergencia, la violencia masculina y de género, que ha matado a catorce mujeres en Italia desde principios de año, incluidas seis mujeres trans, y que afecta a personas LGBT*QIA, no ha cesado. Por el contrario, las cuarentenas corren el riesgo de exasperar la violencia doméstica. Seguiremos luchando para que estas condiciones no permanezcan invisibles y para que todas puedan escapar del chantaje de la violencia. Hoy, más que nunca, exigimos un sistema de bienestar universal y una renta de autodeterminación, porque ya no estamos dispuestas a asumir el trabajo de cuidado, gratuito o mal pagado, que hacemos todos los días.
La emergencia ha intensificado el racismo: el de los que ocupan cargos institucionales y el de las calles que se manifiesta con agresiones contra las personas extranjeras. Las limitaciones a las manifestaciones y asambleas públicas que hoy están motivadas por el riesgo de contagio ayer tenían – y mañana seguirán teniendo – la cara ordinaria de las leyes de seguridad. Por eso, seguiremos exigiendo la abolición de estas leyes, demandando un permiso de residencia europeo sin condiciones y denunciando la violencia que tiene lugar en las fronteras y en los CPR [Centros de Permanencia para la Repatriación].
En estos años hemos practicado la huelga global feminista y transfeminista luchando por su proclamación también por parte de los sindicatos, por su organización en los lugares de trabajo, por una transformación de sus formas a partir de la centralidad del trabajo doméstico y de cuidados y del rechazo de los roles impuestos y de las jerarquías de género, convirtiéndola en un poderoso instrumento de levantamiento contra la violencia patriarcal. Los días 8 y 9 de marzo las autoridades nos quitan el instrumento de la huelga, pero, a pesar de la imposibilidad de abstenernos del trabajo asalariado, no renunciaremos a ocupar las calles y las plazas en todas las formas posibles, en comunicación transnacional con todas las luchas feministas, con toda la imaginación y multiplicación de prácticas y lenguajes de que somos capaces. Lo haremos porque nos mueve la urgencia de hacer oír nuestra voz contra la violencia de una sociedad que nos explota, oprime y mata.
Porque el 8 y 9 de marzo, en todo el mundo, nos queremos vivas y libres: ¡arriba las y les que luchan!
Non Una Di Meno – Italia